domingo, septiembre 20, 2009

Neurólogo


-Abría los ojos y, al lado de mi cama, veía la cocina. Encima del mueble de la cocina había una botella, que era de Pepsi, pero la bebida adentro era transparente. Me daba sed y me levantaba a servirme un vaso de bebida, pero cuando prendía la luz, mi cama no estaba, sino que la cocina era normal, como siempre. La botella tenía bebida justo como para un vaso, me servía casi todo y recorría los pasillos hasta mi pieza de nuevo. Me acostaba y, después de un rato volvía a ver la cocina al lado de mi cama. Me levantaba de nuevo y prendía la luz; volvía a servirme bebida, viendo que la botella estaba un poco más llena que la vez anterior. Al recorrer de nuevo los pasillos hasta mi cama, pensaba si acaso la botella se llenaba mientras más bebida me servía. Me acosté a oscuras y esperé que se me acostumbraran los ojos para ver si veía la cocina de nuevo; y volví a verla. Me levanté de nuevo, aunque esta vez sentía un poco de miedo, y empezaba a preguntarme cosas como por qué la casa estaba tan sola o si acaso había alguien en la casa a quien no había visto, un desconocido o alguien, lo que no tenía mucho sentido, pero lo pensaba. Vi la botella casi llena, y esta vez sí era Pepsi lo que tenía. Y mientras me servía en el vaso, me empezó a dar asco, no la bebida, sino yo mismo. Me vi sirviéndome con el único fin de ver más llena la botella. Me imaginaba la botella rebalsando y me dieron ganas de vomitar. Vacié el vaso en el lavaplatos y lo enjuagué mil veces, mientras pensaba cosas de mí que ni siquiera despierto me había puesto a pensar alguna vez. Enjuagaba el vaso de forma casi compulsiva, no quería que quedara ni un rastro de bebida. Y en ese momento ya no sé si la botella estaba o no en la cocina, pero me parecía que la luz estaba apagada, o que estaba mucho más oscuro que las primeras veces que me levanté. No me podía sacar de la cabeza la espuma de la bebida, el hecho anormal que se llenara cada vez más, y todo eso me daban unas ganas de vomitar insoportables. Así que fui al baño, pero tenía miedo de ver mi cara en el espejo. La casa estaba cada vez más oscura y el solo pensar en mi reflejo me aterraba de una forma inexplicable. Cuando iba llegando al baño, la luz estaba prendida, lo que en parte me alivió, pero también me asustó más, por ser otra cosa más anormal que estaba sucediendo. Me asomé y había una niña, mirándose en el agua de la taza del baño, tenía el pelo negro ondulado de una forma extraña y mal cuidada, y la piel blanca, casi rosada. Creo que estaba desnuda, o con ropa interior, no sé, pero daba la impresión de ser una vieja a pesar de ser físicamente una niña. En ese momento me asusté, claro, pero no tanto como pensé que haría. Verla a ella de perfil mirando a la taza era mejor que ver mi cara en el espejo. Así que entré intentando no mirar el espejo para acercarme no sé por qué, y vi que la taza estaba llena de espuma de bebida, pero era aberrante, resultaba realmente asqueroso. Para no vomitarle encima, miré hacia el lavamanos y vi su cara en vez de la mía. No es que yo tuviera su cara, sino que el espejo como que no reflejaba de frente. En vez de verme a mí, veía un poco hacia el costado, donde estaba ella. Hasta esta distorsión del espejo era repugnante. Vi su cara rosada y muy flaca, con la boca llena de espuma, y los ojos propios de una persona que está vomitando. Tenía un poco de espuma en el pelo cerca de las orejas y hacía una mueca insoportable de mirar, como masticando con la boca cerrada, pero muy débilmente cerrada. Quería decir algo, pero no a mí, ni algún mensaje especial, nada. Pero sí era como si quisiera decir algo. Entonces empezó a vomitar, de ese vómito espumoso con olor a líquido estomacal; y me di cuenta por primera vez, doctor, que hay olores en los sueños. Ahora recién, viejo ya, soñé con olores.

-Olores -repitió el doctor con tono de voz inexpresivo-. Claro que sí, pueh. Interesante. Soñó con olores. Y dígame, ¿hay algún otro sentido que tenga usted inhabilitado en sueños? Como el tacto, o el gusto, o el ver en colores. ¿Sueña usted en colores siempre, o más sueña en blanco y negro?

-En colores, supongo -repitió con voz de incomodidad el aludido-. O sea, no sé, yo creo que en colores. No recuerdo ahora los colores con exactitud, pero es porque los sueños se me olvidan luego. Si hubiera tenido hora con usted en la tarde, no le habría podido contar el sueño.

-Mmh. Ok. Entonces, anoté que soñó con olores por primera vez...

-O sea, no sé si habrá sido primera vez. Lo que sí, fue primera vez que me doy cuenta, pero como le decía que tengo la tendencia a olvidar los sueños siempre, perfectamente pude haber soñado antes con olores y no haberme dado cuenta, y más encima olvidarlo. Doctor -cambiando el tono de voz por uno más entusiasmado-, no hay alguna pastilla o producto para recordar mejor los sueños. Es decir, sé que suena tonto, pero, tal vez es algún químico en el cerebro que nos hace olvidar o separar el mundo vigil del onírico, y eso pueda ser tratado o alterado con pastillas o algo. ¿Hay?

-Ja -sonrisa sarcástica y paternal-. No sé, no sé. No creo. Y si hay, tal vez, pero se debe usar para otro tipo de casos. ¿Algo más me tenía que contar? ¿Cómo van sus horas de sueño, está durmiendo como le dije? Porque acá en la pantalla dice...

-Sí, sí, pero eso no importa, es -...-. Doctor, ¿anotó mi sueño? Sabe que, no me va a creer usted, pero ya se me olvidó, o recuerdo muy poco y ya no sé qué recuerdo y qué estoy inventando ahora.

-Veamos -con voz de doctor- fecha de hoy, lalala, usted acaba de darse cuenta que puede soñar con olores.

-Sí, sí, pero el sueño. El que le conté.

-Pero si anoté lo importante, que era lo de los olores. Bueno, tan importante no es, pero lo demás está bien al parecer. ¿Está seguro de que está usted durmiendo bien, que ha dormido todos los días y...

-¡Viejo de mierda! -gritó levantándose de la silla-. Es la única persona a la que le conté uno de los sueños más interesantes que he tenido y ni siquiera me prestó atención, y más encima se me olvidó.

-¿Cómo se... -turbado a más no poder.

-¡¿Me estaba escuchando o no?!

Silencio.

-¡¿Me estaba escuchando o no?!, ¡le estoy preguntando! ¡¿Ponía atención a lo que le contaba, por la chucha?!

-!Pero cómo...

-Nada de cómo, viejo de mierda. Le importan una raja sus pacientes. Le interesa cumplir con su horario de mierda y sus horas de atención no más, hijo de puta.

Se levantó y cerró la puerta con violencia. Bajó los diecinueve pisos y caminó hasta el Santa Lucía, se sentó en una banca y vio pasar una niña tomada de la mano de su mamá con una botella de bebida Fruna y su mano en el coche rosado de su hermana chica. Esbozó una leve sonrisa, ya que, como pocas veces en su vida, recordó partes de lo soñado, y casi podía ver con claridad la botella en la cocina, el espejo y la espuma en el water.

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