jueves, mayo 19, 2016
Mirando desde el nivel del suelo (pasto, sí) hacia el horizonte
Estaba tumbado en el suelo... tal como el título lo indica. Era a la vez un ser pequeño, rodeado de hojas de pasto, sin dejar de ser una enorme cabeza derribada por las flechas en llamas, que golpean tan rápido que no lastiman, ya que carecen también de punta. Pero cruzaban una y otra vez el cielo opaco del amanecer -o atardecer... la cosa es que era opaco, sin estrellas ni sol-. Cada una con un movimiento aun más hermoso que las gotas de lluvia, puesto que evadían con ligereza la fuerza de gravedad que las habría uniformado.
Intenté levantarme en mas de una ocasión. Pero sentía mi cráneo enorme envolviéndome por completo, sin permitirme dar más que un par de pasos y quedar sin posibilidad de movimiento.
Intentaba buscar, fuera de mi ser, mi cuerpo. Claramente era como que no estaba ahí. El frío, el calor, no tenían sentido.
Imaginé carne revuelta desenrrollándose de mi cráneo hacia afuera, como fruta de un canasto que cayó al suelo, por otro motivo que no fuera el golpe de un par de flechas en llamas.
No podía moverme, era definitivo; era una semilla, una cabeza de ajo con las ramas verdes mustias e inclinadas al suelo; las mismas que deberían clamar al cielo esperando el amanecer. Y ahí pensé. Cada segundo parecía de un azul más intenso, y por esto empecé a divagar por demasiados minutos, si acaso el azul era el contraste con el amarillo del fuego, o era el amanecer, y había estado yo de noche, en la hora más fría, armado. Lo que se entiende por armado.
No entendía si tenía los ojos abiertos o cerrados. A ratos pensaba en parques, en simplemente estar borracho en un parque, herido en alguna batalla, pero no sé contra qué. No sé con qué en el cuerpo o cuánto cuerpo. La esperanza para cerrar los ojos, en caso de que estuvieran abiertos, es que podían abrirse otros, y quizás estoy tan anulado, que ni siquiera soy lo que creo que soy, y puedo despertar, o algún verbo más apropiado, siendo algo que de verdad no se me ocurre en estos momentos, porque quizás perdí ya la capacidad de conectar ideas. O nunca la tuve. O la tengo en un rato poco.
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