· El grito furioso se perdía en el frío y la oscuridad.
· El vidrio bruscamente se movió, dejando la marca de su mano convertida en una estela grotesca y mojada.
· Las gotas casi quedaban atrás, un par de miradas le seguían pocos metros antes de sumergirse en el negro contaminado de vapor.
· Los llantos se apagaban y ya se dudaba de su existencia.
· La señora con el niño en brazos ¿había sido solo un sueño?
· La ira de la gente se percibía, aun sin necesidad de oir un solo ruido.
· La lluvia se negaba a caer, dejando el agua esparcida en la noche invisible.
· Los huesos dolían de frío; alguien temblaba.
· El pavimento no era permitido a los ojos, era preferible quedarse en el lugar.
· El viento no se oía; prmanecía quieto, corriendo solo hacia adentro de su piel.
· El grito aun se oía, pero perdido para siempre.
· El vidrio reflejaba colores apagados, que resplandecían débilmente indicando desde dónde podría aun esperarse vida.
· Las gotas lo cubrían todo, y solo esperaban volverse escarcha, sobre el suelo, sobre el cielo. Sobre todos.
· Los llantos eran apagados por la niebla espesa, que no solo a los ojos impide ver.
· La señora erraba triste y lentamente en su cabeza, mientras cuestionaba su amor al prójimo.
· La ira de la gente ya era una con el temblor producido por el frío. Como caos pacífico. Como un estremecimiento atmosférico pasivo.
· La lluvia se retiró de su oficio. Sus gotas vivían ya en los órganos de la gente.
· El pavimento no respiraba nada. Su profundidad se había apagado. Solo temblaba.
· El viento acariciaba burlesco su rostro, y lo anestesiaba con besos repugnantes.
· El grito no podía salir de su cabeza. Y, ahogado con la caída, solo se oían sus manos chapoteando sobre el agua.
· El vidrio. Vapor por dentro. Agua por fuera. Las respiraciones entrecortadas ya no percibían la diferencia. Una desde afuera sí lo habría hecho.
· Las gotas se dividían hasta formar tan solo un rocío, que quedaba oculto en la noche privado de ser contemplado.
· Los llantos ascendían al húmedo cielo negro, tras el cual no había más que...
· La señora no existía. Y ya no había diferencia entre la muerte de un recuerdo y una muerte con piel tan helada y tiesa como los huesos que la afirman por dentro, para no caer un cuerpo entero, como alfombra al charco helado. Como limpiapiés forrado en piel, y hasta, tal vez, con un niño en brazos.
· La ira de la gente no logró prevalecer por sobre el frío vapor que les separaba.
· La lluvia. Que En Paz Descanse. Duerme tranquila como el dios panteísta.
· El pavimento no se distinguía de la noche. Todo negro, quieto, y tan solo un temblor, apenas perceptible...
· El viento, rendido, cayó a los pies de la lluvia muerta. Y solo, ya sin sentido alguno, perseguía la huella de la mano en el vidrio, que aun no se deshacía.
3 comentarios:
Me disculpo por esta larga ausencia... Pero estoy de regreso para enterarme que fue lo que me perdi estas semanas!!!
saludos...
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